El 2015 se acaba, queridos.
Probablemente no haya sido el mejor año. Es difícil decir que tal o cual año ha sido estupendo. Pero es jodido elegir esas cuatro cifras y ser capaces de asegurar, con la cabeza bien alta y la mano en el corazón: «1999 fue la leche», o «aún me emociono al recordar 2006». Es complicado, y al final nuestra naturaleza nos hace ser cínicos, refunfuñar y quedarnos con las cosas malas. Por ejemplo «el año que me fui a vivir con mi pareja, por fin aprendí a tocar la guitarra, nos regalaron un gato y estuve tres días con un virus intestinal» Al final, recuerdas ese año como el año de la diarrea. Te da igual la guitarrica y los nuevos acordes que has aprendido, los soleados desayunos de los domingos en tu terraza nueva, o acariciar a tu gato en el sofá mientras ronronea y entra en un estado de éxtasis envidiable.
Admitámoslo. Nos gusta quejarnos, refunfuñar. Es nuestra actitud ante la vida: no apreciar lo bueno, y no tener narices de afrontar lo malo. Estar más pendientes de los» Likes» que de mirar intensamente a los ojos.
Este año he decidido no hacer lista de deseos ni propósitos. Al nuevo año sólo le pido una cosita de ná, como decía la canción…
… y salud!
Feliz año nuevo, guapers.
#letsgofansgo