Como sin otra expresión
que un latir que al cielo anhela
el verso futuro vuela
de la exquisita mansión.
Ala baja mensajera
es el abanico si
el mismo es que tras de ti
a si propio espejo fuera
tan límpido (donde cede
pues brizna a brizna la amarga
la poca ceniza vaga
sola que afligirme puede)
siempre así palpite y siga
en tus manos sin fatiga.
«Abanico de Mme. Mallarmé», de Stéphane Mallarmé (Francia, 1842-1898)
* * *
Este poema del que ya hablé en otro post, me sirve para enlazarlo con otra genialidad abaniquil: los abanicos perfumados. Y es que estamos en primavera, y a mi se me ha antojado este post. En el año 2007, la legendaria casa Guerlain hizo una presentación a un reducido grupo de invitados VIP, de la colección L’Art et la Matière en la tienda insignia de París. Los asistentes, fueron rociados por perfumes de la casa francesa, gracias al movimiento de grandes abanicos negros. Al final de la velada, los invitados recibieron de regalo un abanico con uno de los perfumes en lugar de la tradicional muestra en papel.
La casa Guerlain ha tenido siempre una relación especial con este complemento, desde que se fundara en 1828.
La firma Clive Christian organizó hace unos años un evento muy parecido, donde música y perfume iban de la mano. Y para muestra un botón.
En el año 2011, con motivo del décimo aniversario de La Maison Francis Kurkdjian, el propio Francis Kurkdjian – uno de los perfumistas más artísticos de las últimas décadas- fue fotografiado con un impresionante abanico en color blanco diseñado por el maravilloso artista Sylvain Le Guen. La extraordinaria imaginación del artista creó a base de tiras de papel perfumado -en palabras de la propia Maison– » un rango poético de detalle infinito, un verdadero tributo a la belleza del gesto». Posteriormente este abanico fue subastado por valor de 20.000 dólares.
“La China, el Japón, la India y el Egipto, han dejado innumerables testimonios, no solo de su remoto empleo, sino de que, con el quitasol y el espantamoscas, formaban los atributos de la realeza” Exposición del abanico en España. 1920.
Ya en la antigüedad, los faraones y reyes antiguos se rodeaban de criados o esclavos, con grandes abanicos que les proporcionaban una ligera brisa que haría más llevadero el calor. Y es que, imaginaos Egipto, un día de 1550 a.C., en pleno agosto a eso de las tres de la tarde. Los abanicos eran cuestión de vida o muerte.
Cabeza de maza egipcia. 3100 a. C.; Relieve mesopotámico de Ashurbanipal. Museo Británico;Tanagra. Altes Museum Berlin.
Los primeros abanicos plegables en papel, fueron inventados en Japón en la segunda mitad del siglo VII. Los artesanos japoneses se inspiraron en las alas de los murciélagos, a los que posteriormente le añadieron perfume en los pliegues de papel. Estos abanicos llegaron a Europa importados de Asia alrededor del siglo XVI, extendiéndose desde los puertos de Génova, Venecia y Lisboa. No solo era un complemento de moda, también era un objeto que refrescaba. En muy poco tiempo, se fue extendiendo su uso y acabaron convirtiéndose en un símbolo de estatus en toda Europa, donde los diseños cada vez fueron más sofisticados.
En pleno siglo XVIII, Europa cayó rendida al abanico. Hasta la propia Maria Antonieta, acudió a su buen amigo Fargeon tras la ejecución de su esposo Luis XV en 1793, para que le confeccionara el vestido de luto junto con un abanico de tafetán negro. El estilo y la cultura francesa establecía el estándar del buen gusto en Europa, era el espejo al que mirarse, y esta moda abaniquil se fue extendiendo a los grandes salones de baile ingleses, belgas o italianos. Fue lo que se le llamó «la elegante enfermedad de los abanicos«. Eran coloridos y caros, de materiales cada vez más exóticos. En muy poco tiempo se habían convertido en un accesorio de moda imprescindible, un medio de comunicación y un artículo de lujo. La segunda ola abaniquil llegó en el siglo XIX, durante la Belle Epoque. La revolución industrial había traído nuevos tipos de pintura, papel más barato, pegamentos y máquinas. Las esencias y perfumes sintéticos también fueron ganando terreno, lo que aceleró el desarrollo de la perfumería y condujo al rápido crecimiento del número de marcas de perfumes. Los abanicos perfumados – así como los pañuelos y los guantes- eran los completos de moda que permitían oler el perfume favorito constantemente. Se podía aplicar perfume una vez al día sobre el abanico y duraba hasta la noche. Probablemente al final del día uno acabaría con un ligero dolor de cabeza…
Dorothy Wegman. Década de 1920.
Marguerite Clark. Década de 1920.
«The Taste of Shawls» Óleo sobre lienzo. 1922. Georges Barbier.
Cuando los médicos inventaron el atomizador de pulverización (DeVillbiss, 1887) para el tratamiento médico de la garganta, y luego aplicaron los atomizadores para pulverizar colonias, los abanicos perfumados encontraron un nicho por explotar en la publicidad de perfumes. Esta «publicidad perfumada» fue – junto con los calendarios perfumados y las primeras muestras de perfume en papel- muy usada como reclamo por las grandes casas de perfume de la época como: Eugene Rimmel, L.T. Piver, Bourjois, Rigaud, Godet.
«El abanico tiene solamente dos lados pero tantas facetas…»
A principios del siglo XX, los abanicos comenzaron a ser un lienzo para la expresión creativa: muchos artistas y poetas crearon obras de arte únicas (Paul Gauguin, Maurice Leloir, Stephane Mallarmé, Bernard Boutet de Monvel y Gustave Riom…) Cientos de abanicos publicitarios fueron encargados por grandes almacenes parisinos como Le Bon Marche, Les Galeries Lafayette y Printemps; Por cafés, bares y restaurantes; Por diferentes marcas de bebidas como Vichy, Lillet, Marie Brizard, Perrier, Benedictine, Moët & Chandon, Bally, Pernod … Sin embargo, los abanicos fueron pasando de moda con la llegada del modernismo, y desapareció junto con los bailes de máscaras.
Paul Poiret, el primer couturier en perfumería de la legendaria firma Les Parfums de Rosine (quien creó colonias para el emperador Napoleón III y el famoso Ungüento de los Mosqueteros, un bálsamo para fijar bigotes pintados) daba a conocer sus nuevas fragancias, usando abanicos de papel como los de arriba durante los desfiles de moda. Regalaba fragantes abanicos antes del show, y cerraba todas las ventanas para asegurarse de que los invitados los utilizarían. La parte delantera alternaba ilustraciones de estudiantes de Escuelas de Arte, y de ilustradores de la época, como Paul Iribe y Georges Lepape. En la parte posterior, se imprimían los nombres de los perfumes de la firma. Un adhesivo rojo indicaba el perfume utilizado para rociar cada abanico. Por desgracia, ninguno de estos abanicos conserva el perfume Le fruit Défendu o L’Etrange Fleur, con el que fueron perfumados. Hay que tener en cuenta que estos abanicos están fechados hacia la década de 1920.
Abanico diseñado por George Barbier para Lubin Perfumes.
Abanico diseñado para la casa de perfumes Espéris. París.
En el último medio siglo, los abanicos perfumados son más bien un elemento extinto. Aparecen con poca frecuencia para promover una lujosa marca. Hace poco, Guerlain encargó a la casa francesa Duvelleroy dos diseños como parte de sus «colecciones especiales«, presentadas para la reapertura de la boutique 68 avenue des Champs Elysees en 2014. Hay que decir que las dos casas, Guerlain y Duvelleroy, comparten y compartieron mucho. Duvelleroy y Guerlain ocuparon ambos 15 rue de la Paix. Y ambas casas trabajaron con Eugenia de Montijo, que durante su boda con Napoleón III vistió el Eau de Colonia Impériale de Guerlain (la famosa botella de abejas) y un abanico de Duvelleroy. Actualmente la prestigiosa casa crea series limitadas de abanicos en nácar, seda y plumas de marabú que se encargan bajo demanda en la propia boutique de Guerlain.
El parisino Musée de l’Éventail y el Fan Museum de Londres son actualmente los únicos espacios que devuelven en gran parte el prestigio al fascinante mundo abaniquil, creando ciclos de conferencias y exposiciones que ayudan a preservar la memoria de este arte cada vez más olvidado. Hoy día, los abanicos perfumados sustituyen el ramo nupcial en algunas bodas. En el sudeste de Asia, siguen fabricándolos en madera tallada con el aroma de sándalo. Muy de vez en cuando, algunas marcas sacan series limitadas de abanicos perfumados como Christian Dior, Van Cleef, Miya Shinma o Ladurée.
Los abanicos son muy similares a las fragancias, en las que la belleza se concentra en un pequeño volumen de gotas transparentes que pueden prolongar el perfume durante horas. Al igual que las sensaciones y las emociones se esconden en una sola gota de perfume, una hermoso diseño puede sorprender oculto tras los pliegues de un abanico.
Fuentes consultadas para este post:
· Museo del abanico · Anne Hoguet · Museo del abanico de Greenwich · Museo del Abanico de París · Fragantina · Pinterest
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Más curiosidades abaniquiles en el próximo post. No dejes de seguir las aventuras y desventuras de esta pobre abaniquera en Facebook, Instagram y Pinterest.
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