Muy very fan: Belle da Costa Greene

 «Solo porque sea bibliotecaria no significa que tenga que vestirme como tal»

La historia de Belle da Costa Greene no es la de una muchacha cualquiera de Virginia. Belle – aunque no siempre se recuerda hoy- llegó a ser la reina del mundo del libro en Nueva York, pero su historia cobra aún más interés al conocer sus orígenes y su gran secreto.

Belle nació en Alexadria -Virginia- en 1833 como Belle Marion Greener, una conocida familia afroamericana. Su padre, Richard Theodore Greener, un distinguido abogado fue el primer licenciado negro de la Universidad de Harvard (1870) que acabó convirtiéndose en decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Howard. A pesar de su posición, Greener encontró difícil mantener a su familia y, a menudo, se tambaleó al borde de la pobreza. Los padres de Belle se separaron cuando ella todavía era joven y, desde ese momento, ella, su madre y sus hermanas, todas de piel blanca, pasaron por blancas y cambiaron su nombre de Greener a Greene. Esta decisión fue tomada por su madre -Ida-  con el objetivo de liberar a sus hijas de las divisiones raciales que estaban cada vez más arraigadas en la sociedad estadounidense, y darles así, un mejor futuro en una sociedad prejuiciosa. 

Aunque su adolescencia no está muy bien documentada, se sabe que su amor por los libros y manuscritos antiguos viene de lejos, pues solía visitar a menudo el departamento de libros raros de la Biblioteca de la Universidad de Princeton, donde acabó trabajando como bibliotecaria. Durante este periodo, fue creando una nueva identidad, inventando incluso una herencia portuguesa al agregar ‘da Costa’ a su nombre para evitar cualquier pregunta incómoda sobre su herencia racial.

Paralelamente hacia 1902, el legendario financiero americano J.P. Morgan contrató a Charles Follen McKim para que le construyera una biblioteca al sur de Madison Avenue, ya que su colección privada era lo bastante grande como para diseñar un nuevo edificio que la albergara. Su sobrino Junius, que entonces era estudiante en Princeton, le presentó a Belle, que trabajaba en la biblioteca de la Universidad. Ella podría ser la bibliotecaria que administrara y ampliara su colección, y así fue, J.P Morgan quedó impresionado por Belle, acabó contratándola y convirtiéndose en su mano derecha. 

Morgan encontró en Belle a una mujer ingeniosa, segura de sí misma, e inquebrantablemente leal a él. Belle tenía carta blanca para comprar obras de arte y objetos de enorme valor,  compras que requerían visitas frecuentes a Europa en busca de nuevas adquisiciones para la creciente colección. Greene se ganó la reputación de ser una erudita formidable y respetada, una experta en su campo. 

Su papel en la biblioteca, la colocaba en el centro del comercio del arte y ambicionaba convertirla en la mejor. Belle se gastó millones de dólares ya no sólo en la compraventa de manuscritos, libros y obras de arte, sino también viajando ostentosamente. La gente que la conocío la describían como una mujer franca e inteligente, hermosa y sensual. Compaginaba una vida intelectual rodeada de libros y legajos, con otra muy distinta; alternando en las fiestas de la alta sociedad que por entonces debían ser canela fina. Allí, deslumbró a los elementos más bohemios de la sociedad, con sus llamativos vestidos y su aspecto exótico con unos enormes ojos verdes, a lo que se sumaba su impecable estilo, asidua a los diseñadores de la época y por llevar valiosas joyas, incluso cuando asistía a reuniones de trabajo. 

El famoso vendedor de libros de Nueva York Hans Kraus la recuerda como:

«De voluntad fuerte y no fácil de agradar (…) ferozmente dedicada a la biblioteca. Nadie en el país había manejado tantos libros preciosos ni poseía tan vasta experiencia. Su actitud correspondía a su posición: majestuosa, distante.»

Belle se sumergió en el mundo del arte dominado por hombres, pero su astucia, su inteligencia e intuición le permitieron llevarse importantes hallazgos delante de  los ojos de otros colegas de profesión. De su vida sentimental se sabe poco. Nunca se casó pero pretendientes no le faltaron a lo largo de su vida. Su relación más duradera la tuvo con Bernard Berenson un crítico de arte. Una vez, un famoso empresario de maderas le pidió matrimonio y ella le telegrafió: 

«Todas las propuestas de matrimonio se ordenarán alfabéticamente después de mi quincuagésimo cumpleaños.» 

Tras la muerte de J. P. Morgan en 1913, recibió como herencia una pensión vitalicia de 50.000 y 10.000 dólares al mes (una suma very considerable para 1913). Además conservó su puesto en la Biblioteca Morgan como directora, hasta su retiro en 1948. Murió dos años después, a la edad de 67 años. Fue la primera mujer en ser elegida miembro de la Academia Medieval de América y miembro permanente del Museo Metropolitano de Nueva York. 

  Actualmente la Morgan Library, ocupa un gran complejo en Madison Avenue de Nueva York, y es conocida internacionalmente como una de las mejores colecciones de libros y manuscritos del mundo. El propio Morgan, sin embargo, no era un erudito ni un experto en el mundo de la bibliofilia, pero la maestría, la dedicación y la pasión que conformaron en gran parte su enorme colección, fue obra y gracia de nuestra querida Belle. 

Para saber más…

* La web de Morgan Library tiene información sobre Belle y es un maravilloso lugar para explorar su legado. ¿Por qué no visitar la biblioteca y verla por ti mismo si alguna vez estás en Nueva York? 

* El libro Una vida iluminada: Bella da Costa. Viaje del prejuicio al privilegio es un relato detallado de la vida de Belle.

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¡Y que corra el aire! 

 

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